Octavio García Saldaña / Rector del colegio San Fernando College
Con mucha inquietud hemos sido testigos en este último tiempo, de cómo la violencia escolar ha ido acaparando las portadas de los diferentes medios de comunicación. Las redes sociales, donde los hechos se viralizan con más inmediatez, han captado la atención de todos al mostrar una realidad latente en la comunidad, pero que ha recobrado mayor agresividad en este retorno presencial a clases.
Sabemos que este tipo de violencia, matonaje o acoso dentro de las comunidades educativas no es algo nuevo, sin embargo, la diferencia radica que actualmente ha sobrepasado con creces los límites, incorporando ribetes de delincuencia, consumo de drogas, alcohol y un generalizado descontento social que ha recalado en los establecimientos educacionales a lo largo del país.
Ante tal escenario, el San Fernando College, establecimiento educacional de trayectoria en la comuna y que imparte una educación laica sustentada en valores universales como el respeto, la tolerancia y la fraternidad; imprescindibles para el desarrollo de las buenas relaciones, afirma con vehemencia que cualquier forma de violencia debe erradicarse de las aulas de clases y dar paso a la buena convivencia escolar.
¿Pero qué está causando este escenario? Al parecer la pandemia, el encierro y las clases de forma remota escondieron, por un momento, una realidad que venía agravándose. La salud mental de nuestros estudiantes alcanzó niveles preocupantes y la causa de ello son factores como el estrés, la exclusión social, ausencia de límites, la exposición de la violencia en los medios de comunicación, la facilidad para disponer de armas y la justificación de la violencia como forma de resolver conflictos.
En ese contexto, como agentes responsables de la educación y la formación de nuestros estudiantes, no podemos permanecer indiferentes ante tan cruda realidad, por lo que debemos ser capaces de implementar en concreto acciones que prevengan este tipo de escenarios, involucrando a toda nuestra comunidad escolar en torno a actividades que propicien la contención socioemocional, cooperación, comunicación, aprecio por la diversidad, expresión positiva de las emociones y resolución de conflictos.
Debemos promover la participación de los padres en actividades como la elección del Centro General de Padres y Apoderados; ejecutar intervenciones para ayudar a ofrecer un entorno sano (articulación con redes de apoyo como Senda, OPD, Juventud, entre otras); programas efectivos para prevenir la violencia; incrementar la conciencia de la diversidad cultural; contar con un certero compromiso de los miembros de la comunidad estudiantil en la planificación de este Plan de Acción, una orientación permanente y la ejecución de programas educativos para reducir el prejuicio y la hostilidad, que son factores que llevan a comportamientos de odio y violencia.
Sin lugar a dudas, este tipo de acciones son más eficaces cuando se involucra a toda la comunidad educativa, por lo que se necesita un trabajo mancomunado en el que todos los actores puedan aportar en ideas, convicciones, puntos de vistas, requerimientos y necesidades. No solo se necesita adoptar una nueva metodología, sino aceptar un cambio real en la cultura escolar.