Opinión: Mitos sobre la Lectura

21 abril, 2023

Carla Muñoz Valenzuela, investigadora principal del Núcleo Milenio para la Ciencia del Aprendizaje (MiNSoL) en la Universidad Católica del Maule.

Para quienes estamos alfabetizados, la lectura se nos aparece como un acto tan normal que olvidamos la complejidad que encierra esta actividad. El hecho es que en nuestras sociedades actuales lo escrito se encuentra omnipresente, haciendo que nos parezca natural.  Al mismo tiempo y como fruto de esta naturalización, en nuestra sociedad se han instalado ciertas creencias o mitos respecto del acto de aprender a leer. 

Un primer mito consiste en que “A leer se aprende (en la escuela) de una vez y para siempre”.  Contra todo lo que creamos o incluso vivido, la lectura (y otras habilidades como la escritura), no son naturales, sino más bien son prácticas sociales y culturales en donde el individuo debe contar tanto con condiciones físicas como cognitivas adecuadas, pero además, debe contar con un soporte social que lo habilite para acceder a la cultura letrada de manera autónoma.

En efecto, a nivel físico, el niño debe contar con una visión adecuada, pero también audición para escuchar y gozar con los relatos de otros (la lectura puede ser también la lectura que otros comparten con nosotros oralmente).  Junto con estas condiciones perceptuales, el niño debe contar con capacidades de atención y memoria, que le permitirán leer, retener y comprender lo leído.  Finalmente, se requiere de una comunidad que apoye este proceso.

En este sentido, figuras significativas como padres, hermanos, abuelos, y, por cierto, profesores; pueden servirles de modelo al niño a través de sus propias prácticas de lectura. En efecto, estos adultos significativos al ofrecer materiales y crear expectativas positivas respecto de sus competencias, estimulan el interés del niño por lo escrito permitiendo que ingresen a esta nueva faceta de la cultura.

Para finalizar, quisiera reformular mi tesis inicial: A leer se aprende no sólo en la escuela. Se aprende a leer por medio de la aproximación a tareas reales en contextos pertinentes.  Cualquier situación cotidiana en que esté asociada la lectura -como es el caso de salir de compras, reconocer las boletas de pago, su forma y función, el uso del calendario; entre otros- puede servir de excusa para mediar entre el niño y su acercamiento a la cultura escrita.  Por eso, de nosotros (los adultos) depende que este aprendizaje parezca “natural”.

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