¿Cómo acabar con la crisis de confianza que aqueja a nuestro país?

4 agosto, 2023
  • El desarrollo de una cultura ética a nivel individual e institucional es un camino para recuperar y reforzar esa confianza que tanto necesitamos, sostiene el académico y director del Instituto de Éticas Aplicadas UC, Juan Larraín.
  • En nuestro país todas las encuestas, desde hace ya varios años, muestran muy bajos niveles de confianza en la gran mayoría de las instituciones públicas y privadas, así como también a nivel interpersonal

Hoy vivimos en una gran crisis de confianza. En nuestro país todas las encuestas, desde hace ya varios años, muestran muy bajos niveles de confianza en la gran mayoría de las instituciones públicas y privadas, así como también a nivel interpersonal. Algo similar ocurre en todo el mundo, pero con un especial énfasis en Latinoamérica, como se señala en el informe sobre confianza y cohesión social en América Latina y El Caribe editado por Philip Keefer y Carlos Scartascini.

La confianza puede verse afectada por diversos factores externos, como la situación económica o el optimismo respecto del estado general del país. Sin embargo, las conductas éticas a nivel individual e institucional parecen ser uno de los elementos centrales a la hora de explicar los niveles de confianza.

Adela Cortina, destacada filósofa española -quien recientemente fue invitada a la ceremonia de inauguración del Instituto de Éticas Aplicadas UC- considera que la mejor manera de recuperar y mantener la confianza en las diversas profesiones, incluyendo al servicio público, es mediante su revitalización ética; esto es, a través de la forja del carácter de la profesión, ya que ni la legalidad ni los incentivos económicos bastan para que los profesionales alcancen las metas que la sociedad les ha encomendado. Lo único eficaz es asumir la ética de la profesión, con las excelencias y principios que la orientan.

La relación virtuosa entre ética y confianza ha sido estudiada empíricamente. Un análisis comparativo entre distintas ciudades de Estados Unidos muestra que hay una mayor percepción de confianza en aquellas ciudades en que también hay una mayor percepción de conductas éticas. En particular, la confianza pública es más alta cuando se observa una mejor percepción de la integridad, la lealtad y compromiso organizacional e individual con el bien común, la competencia ética, y la consistencia en el servicio.

“Los actos de corrupción deben ser perseguidos y castigados legalmente, y se debe estar constantemente revisando las normativas existentes para reducir al mínimo los espacios que permitan dichos actos de corrupción. Pero, además, la corrupción, ya sea desde el ámbito privado o público, implica una grave falta a la ética, ya que significa que las personas no han cumplido con sus obligaciones y compromisos. Por el solo hecho de faltar a la ética, incluso en aquellos casos que no se lograra demostrar una ilegalidad, los actos de corrupción producen un grave daño, ya que quiebran la confianza. La vida en sociedad se construye sobre la confianza entre las personas y en las instituciones, una vez trizada dicha confianza es muy difícil de recomponer y produce un daño irreparable a la democracia. Por ello es que debemos trabajar para que, en toda profesión, no sólo nos conformemos con el cumplimiento de la ley, sino que vayamos un paso más allá, desarrollando comportamientos éticos que permitan robustecer la confianza”, asegura el director del Instituto de Éticas Aplicadas UC, Juan Larraín.

Por tanto, un camino eficaz para mejorar la confianza de los ciudadanos es que las personas y las instituciones puedan asumir un comportamiento ético que esté dentro de las expectativas esperadas por el resto de los miembros de la comunidad. Para ello, lo central es procurar las condiciones para que los distintos quehaceres puedan cumplir con los bienes internos que les son propios. Cada profesión y cada institución se caracterizan por tender a alcanzar unos bienes que les son inherentes y particulares, y que ninguna otra actividad puede proporcionar. Son estos bienes internos los que dan sentido, racionalidad y legitimidad social a cada actividad humana.

En el caso de las instituciones, los bienes internos corresponden a la misión que socialmente y en algunos casos legalmente, les ha conferido la ciudadanía. Cuando se desatienden los bienes internos, o se anteponen otros fines, fácilmente se incurre en faltas a la ética que pueden derivar en corrupción, con la consiguiente pérdida de confianza.

Para el logro de esos bienes internos, inmodificables debido a que vienen dados por su propio quehacer, las instituciones, además del cumplimiento de todo lo legal, deben promover el desarrollo de principios como la integridad, la justicia, la responsabilidad, el respeto a la dignidad de las personas, la transparencia y la orientación al bien común, así como también potenciar la eficiencia, la fiabilidad, el uso riguroso de la información y una muy necesaria empatía y compromiso genuino con el bienestar de la ciudadanía.

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